En mi época —hace
veinte años—, uno de mis pasatiempos favoritos era el cine. No
tenía coche ni dinero pero la sala teatro no quedaba lejos ni era caro, asi que compraba el periódico para buscar los estrenos de la semana en la llamada "cartelera" y una vez elegido el titulo, me iba caminando al teatro y la pasaba muy bien.
¿Por qué he perdido esa costumbre? ¿La he reemplazado
acaso por la televisión o por los DVDs (ahora en "blue ray")? No, pues
tampoco veo televisión y cada vez menos DVDs (¡mucho menos en "blue
ray"!). Simplemente, no me gustan las películas de ahora: me molesta su
exceso de violencia visual y su lenguaje más televisivo que
cinematográfico.
La televisión, dicho sea de paso, me parece vulgar.
Venga de donde venga, porque en estos tiempos de interconexión todos los
canales repiten las mismas escasas noticias contadas de las misma
probadas maneras, y cuando son shows (comedias, seriales o novelones) no
hay gran diferencia entre unos y otros como no sea en el idioma.
En cierta etapa (intermedia entre el antes y el
después), la Internet fue mi salvación; pero de Face Book para acá, esta
se ha convertido en el hipnótico predilecto de los idio-nautas. Cada
vez me sorprendo menos al ver a gentes idiotizadas frente a un laptop o
un teléfono celular, cual si quisieran escapar del mundo por la pantalla
y conectarse con ese otro mundo virtual colectivo donde la
individualidad se pierde disuelta en una especie de conciencia colectiva
al estilo "borg".
Los "borg" (Star Trek Next Generation) son, por
cierto, un retrato acertadísimo de la sociedad postmoderna: Seres mitad
orgánico, mitad tecnológico, cada cual una célula de la conciencia
global colectiva. A mayor conexión, menor individualidad.
Y es por todo eso que no voy al cine ni leo periódicos
ni veo televisión. La individualidad que defiendo a neuronas cerradas
es herejía —lo sé— y por eso me refugio en un tiempo que ya no existe,
uno donde mi curiosidad se premiaba con el sentido que el mundo tenía
entonces para mi. A ese tiempo —perdido— he decidido marcharme y no
regresar jamás.
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